domingo, 17 de octubre de 2010

EL LENGUAJE OCULTO DE LAS PIEDRAS

Nuestro mundo, la sociedad en la que nos movemos y el modo en que nos  comunicamos,   se conforma por miles de  imágenes y mensajes creados con el propósito de hacernos llegar determinadas impresiones y de transmitir diferentes pensamientos e ideales.  A tal punto ha llegado esta realidad que nos hemos acostumbrado  al  bombardeo continúo de señales, de modo que ya apenas dejan huella en nosotros , cada vez nos impactan menos y  casi  hemos dejado de reparar en ellas. Teniendo en cuenta todo esto, resulta lógico que no atendamos a los signos, y mucho  menos a los significados que hace siglos dejaron, de manera casi perpetúa, los artistas y escultores, que vieron en la piedra el mejor de los soportes para manifestar sus creencias.

MENSAJES EN PIEDRA
 
El calado que los símbolos actuales  tienen en nuestra conducta  y los valores que revelan es inferior a los nacidos en épocas pasadas. Hubo un tiempo en que la comunicación y el arte tenían un carácter esencialmente dogmático,  un periodo en que la exigencia de los creadores y los receptores de  imágenes era mucho mayor, un momento en que nada se concebía al azar, en el que, lo que hoy nos puede parecer simple decoración, en su origen se creó con una finalidad didáctica. El lenguaje oculto de las piedras se revela desde hace siglos en los templos románicos erigidos a lo largo de la Sierra de la Demanda, en concreto en la llamada Escuela de la Sierra, dentro de la que podemos encontrar las parroquias de Vizcaínos y Jaramillo de la Fuente, entre otras. La escultura monumental de esta zona resulta de una factura sencilla y algo tosca,  característica, que no  le resta belleza e intención a esas formas, que se integran en la arquitectura para ofrecer, además de belleza,  una fuerte carga simbólica.

Un mensaje enormemente profundo se esconde tras las representaciones iconográficas de estos edificios, configurando así un modo de aleccionar al fiel, de inspirar en él  los valores y la fe cristiana. Concretamente podemos encontrar diferentes tipos de figuración en los llamados canecillos o modillones, es decir en la parte exterior de las vigas sobre las que descansan  las cornisas de las iglesias. Recorrer estos lugares es un ejercicio de observación, que aún está al alcance de cualquier visitante que se  interese por los detalles de las formas estéticas. Una aproximación al exterior de estos santuarios, nos desvelará un mundo en el que la imagen es portadora de diferentes interpretaciones.

El hermetismo de la religiosidad medieval se valía del lenguaje plástico como medio de transmisión de un programa dogmático que de otro modo no podría llegar hasta los fieles, muchos de los cuales, en ese momento, no sabían leer ni escribir. Es por esta razón que la escultura que encontramos en estos edificios, centra más su atención en el contenido que en la forma. Todos esos símbolos constituyen la narración del credo, de un modo que, tal vez,  para el espectador actual podría parecer extraño, pero que en aquel entonces, eran la fórmula más conocida por el pueblo. Estos programas iconográficos, ideados durante el románico por teólogos y creados por los artistas, pretendían ensalzar las virtudes del más allá, frente a lo negativo del mundo terreno. ¿Pero cuáles eran los conceptos transmitidos al peregrino? Una aproximación a las representaciones iconográficas, de algunos de los templos de la Escuela de la Sierra,  muestra que existen ciertas constantes a la hora de recurrir a determinadas imágenes.
De este modo, las iglesias de San Martin de Tours, en Vizcaínos y Nuestra Señora de la Asunción,  en Jaramillo de la Fuente,  comparten similitudes,  como el uso de figuras animales, humanas y vegetales,  como vehículo para lanzar su mensaje.  Resulta difícil entender cómo formas, en principio tan cotidianas, pudieron ser portadoras del catecismo cristiano.

LAS BESTIAS DEL ROMÁNICO

Ovejas, vacas… iguales a las que hoy podemos contemplar en los prados de la Sierra de la Demanda, se convirtieron en el código pétreo por el que se transmitían ciertas ideas,   de manera que, a cada res, le correspondía un sentido propio, que superaba su simple apariencia.
Pongamos por ejemplo que la imagen a contemplar es la de un cordero; en ese caso, la verdadera identidad del animal no es otra que la de Cristo, ya que de ese modo era reconocido. Tras esta apariencia encontramos, además, el concepto de eternidad porque  estamos frente al “Cordero de Dios”. Otra de las asociaciones de la escultura románica es la de la cabra y el macho cabrío, figuras que representan la lascivia, como también lo hace el jabalí, que es indicativo de vicios como la lujuria, la gula o la pereza ; o la liebre,  que da idea de pecado carnal. Otro de los animales, esta vez de carácter doméstico, frecuentes en el exterior de las iglesias románicas es el perro. El fiel amigo del hombre que tiene un doble carácter, ya que por un lado personifica lo impuro e hipócrita y por otro encarna al compañero del hombre, tanto en la vida como en la muerte, la fidelidad e incluso la potencia sexual y el vigor.

SERES  PARTICULARES: Espinarios, Arqueros y Baphomteps

La figura humana también guarda una relación con  la moralidad cristiana y con éste propósito, hombres y mujeres, adoptan las formas más inauditas y sorprendentes.
El repertorio de las  iglesias que nos ocupan es relativamente grande en cuanto a personajes particulares. Uno de esos ejemplos es el llamado Espinario, que se representa a través de la imagen de un hombre que sentado,  intenta quitarse una espina del pie, mientras que de modo anecdótico, muestras sus genitales, por lo que  volvemos a encontrar una nueva alusión a la lascivia, temática que se repite en el Arquero que se relaciona con la fecundación. Los Gemelos, que aparecen en parejas,  se relacionan con el zodiaco y el signo de géminis.
Existen ciertas imágenes cuyo aspecto no es del todo claro, porque son seres enmascarados, conocidos con el nombre de Baphomteps, que tienen la función de proteger los santuarios. Los hombres barbudos son los encargados de simbolizar al iniciado en la fe cristiana.
Dado que esta escultura tiene una finalidad catecúmena,  parece inevitable que el aspecto del diablo aparezca en estos templos, ya sea a través de seres deformados o monstruos, como símbolo del mal.
Dentro de este repertorio iconográfico, descubrimos algunos animales fantásticos como cabezas de Grifos que, por lo general, se ocupaban de vigilar el templo ya que eran símbolo de fortaleza.

EL EROTISMO DEL ROMÁNICO

En el mundo de la iconografía románica hay un espacio dedicado al contenido  sexual, algo que puede parecer sorprendente e indecoroso, por encontrarse esta temática adornando iglesias cristianas.  Sin embargo, es uno de los temas más repetidos en la escultura de canecillos y tradicionalmente se ha interpretado como una censura al pecado,  de modo que estas representaciones actuarían como aviso sobre aquello que debía ser castigado. Es curioso observar como muchos de estos canecillos están deteriorados e incluso se podría decir que han sufrido amputaciones. Esto afectó, sobretodo, a los llamados  hombres Itifálicos que aparecían caracterizados por su miembro viril erecto. Estos personajes solían estar acompañados por representaciones femeninas con las piernas cruzadas tras la cabeza dejando mostrar sus genitales, y que en ocasiones ocultaban su cabeza tras un velo, lo que indicaba que eran mujeres casadas.

Los ideales del hombre del Medievo permanecen hoy a la espera de ser descifrados, las esculturas en piedra, sus códigos y claves, van más allá de una cuestión estética y decorativa, son un mensaje creado para sobrevivir al tiempo.